Manzano: “Le dije a Güiza que pensara en mí en la segunda cerveza porque iría a la Euro”

La vida de Gregorio Manzano (Bailén, Jaén, 1956) no siempre estuvo relacionada con el fútbol. Antes de dedicarse profesionalmente al balompié, integró el grupo de los pluriempleados españoles: trabajaba como profesor de Educación Física en secundaria mientras entrenaba a equipos modestos.

La disyuntiva le llegó en 1996. Pidió el traslado a Castilla La Mancha para entrenar al Talavera C.F. La Junta de Andalucía se lo concedió, pero no la Comunidad de Madrid, que tenía la competencia de Educación de la región. La solución era hacer los 380 kilómetros de ida y los mismos de vuelta para compaginar ambas cosas.

Su sacrificio tuvo recompensa y entrenó en Primera. Debutó en la máxima categoría en Valladolid, una ciudad que le gustó tanto que reside actualmente ahí. Su nombre aún sigue en la memoria de los aficionados rojiblancos porque fue el predecesor de Simeone en el Atlético de Madrid, pero antes ocupó banquillos de Sevilla, Mallorca o Rayo Vallecano. Tras su experiencia en China -técnico español pionero en la Superliga-, está descansando y a la espera de alguna oportunidad para regresar a los banquillos.

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Pregunta. ¿A qué se dedica ahora Gregorio Manzano tras su última experiencia como entrenador en China?

Respuesta. A descansar y a disfrutar de la familia y de los amigos. Esto no lo puedo hacer cuando estoy fuera de España trabajando.

P. ¿Reside ahora en Bailén?

R. No, estoy en Valladolid.

P. ¿Manzano quiere entrenar de nuevo o está ya jubilado como técnico?

R. He tenido ofertas y conversaciones con varios equipos. No solamente en España, también en Estados Unidos. No estoy ahora para dar pasos en falso.

P. A pesar de no haber sido futbolista, ha realizado una buena carrera como entrenador. ¿Cuándo le llegó la pasión por el fútbol?

R. Fue un comienzo aficionado; diría que circunstancial. Cuando me saqué los títulos de entrenador, pensé en convertir ese sueño en realidad. Yo era profesor en Santisteban del Puerto, un pueblo de la provincia de Jaén. El equipo del municipio me ofreció ser el entrenador. Era 1982 y estaban en Regional Preferente.

P. ¿Qué tal los años siguientes?

R. Fiché por otros equipos y fui subiendo los peldaños del fútbol modesto hasta que llegué a Primera en la temporada 1999/00, al Valladolid.

P. ¿Cómo le ofrecieron ser el técnico del Santisteban? ¿Sabían que usted tenía el título?

R. Yo impartía Educación Física allí. Cuando finalizó la temporada 1981/82, los directivos del equipo me conocieron y me dieron esa oportunidad. Fue una experiencia muy positiva en todos los aspectos. Estuve otro año más en ese pueblo. Luego pasé a otros municipios de Jaén: Villacarrillo, Andújar, Villanueva del Arzobispo… Hice una andadura por esos caminos hasta que llegué a Tercera, cuando me fichó el Úbeda C.F.

P. Siga.

R. Del Úbeda fui traspasado al Jaén. Los entrenadores, a diferencia de los jugadores, no podemos ser traspasados, salvo que sea de una categoría inferior a una superior. Me ficharon para evitar un posible descenso que finalmente se consumó. Seguí el año siguiente y regresamos a la categoría.

P. Luego volveremos al fútbol. ¿Cuándo estudió entonces psicología?

R. La carrera de Psicología la empecé más tarde y la acabé cuando ya era entrenador. Hacía incluso turnos de noche en Granada.

P. Ha dicho que impartía Educación Física. ¿Ser profesor fue algo vocacional?

R. Estuve seis años en Santisteban del Puerto y luego me trasladaron a Jaén capital, donde estuve diez. En total, fueron 16 años de docente. Por las tardes/noches viajaba a los distintos pueblos en los que entrené. En Jaén, sin embargo, tuve una circunstancia especial.

P. ¿Qué circunstancia?

R. Recibí una oferta del Talavera. Tuve que decidir si dejaba la enseñanza y me dedicaba al fútbol de manera profesional. Yo pedí el traslado académico a Castilla La Mancha, donde las competencias dependían de Madrid. Andalucía, por su parte, sí las tenía. Como la Junta de Andalucía me dio el consentimiento para el traslado, fiché por el Talavera y empecé la pretemporada.

P. ¿Qué dijeron las autoridades de Castilla La Mancha?

R. Llegó la resolución desde Madrid y me denegaron la petición. Aquello me llevó a una disyuntiva, que vista con el tiempo es una locura. Compatibilicé las clases en Jaén por la mañana con los entrenamientos en Talavera por la tarde.

P. ¿Cómo lo hacía?

R. A las ocho o a las nueve, en función de los horarios, empezaba en el instituto; salía a las dos o dos y media. Cogía el coche y hacía los 380 kilómetros hasta Talavera. Me comía un bocadillo en el coche y llegaba a las 17:15. Allí me tomaba un café y empezaba el entrenamiento, que solía terminar a las ocho. Entre las duchas y alguna que otra charla, daban las nueve. De nuevo, hacía los 380 kilómetros.

P. ¿Cuánto tiempo aguantó así?

R. Como me iba la marcha, estuve dos años. En el primero, hicimos la mejor temporada de la historia del club y estuvimos cerca de ascender a Segunda, pero perdimos en el ‘playoff’. Nos enfrentamos al Málaga, que era un equipo muy poderoso en Segunda B. Como fui muy bien tratado en Talavera, me quedé otro año más. Fueron dos años haciendo 760 kilómetros diarios para entrenar. No sé si es vocación o locura.

“Cuando elegí el fútbol fue un riesgo porque el Toledo era un club humilde”

P. ¿Cuándo se dio cuenta de que podía vivir del fútbol?

R. Tras el segundo año en el Talavera, tuve una oferta del Toledo, que estaba en Segunda. Tuve que decidir entre la enseñanza y el fútbol. Elegí lo segundo. Fue un riesgo porque el Toledo era un equipo humilde en Segunda. Aquel equipo fue la relevación de la temporada y nos quedamos cerca de ascender. Solo estuve un año porque me marché al Valladolid, que fue mi debut en Primera.

P. ¿Pidió una excedencia cuando dejó la enseñanza?

R. Las excedencias, por entonces, se dividían en: de tres meses sin sueldo, de dos años con el regreso a la plaza original y de diez años sin regresar a tu sitio origen. Una vez traspasado los diez años, en aquella época, se perdía la condición de funcionario.

P. ¿Qué le faltó a su Toledo, que finalizó séptimo, para ascender a Primera?

R. Había otros grandes equipos en la categoría que nos superaban en muchas cosas: el Sevilla, el Rayo, el MálagaLas Palmas… Nuestro presupuesto era muy pequeño. De hecho, creo que éramos los últimos, o los penúltimos, en presupuesto. Aquella clasificación superó todas las expectativas.

P. Les faltó dinero entonces…

R. No es lo más importante en el fútbol. En el Toledo tuvimos a un Quini, un jugador que llevé del Talavera. En mi último año allí, marcó 26 goles. Era nuestro goleador. En Toledo anotó 16 tantos. Por unos problemas físicos, no pudimos contar con él casi un tercio del campeonato. Aquello fue determinante.

P. Del Toledo pasó al Valladolid. ¿Se enamoró de la ciudad a primera vista?

R. Fue el salto profesional más cualitativo que había tenido. Era una capital que tenía todo muy cerca. Desde el primer minuto que llegué, me sentí muy cómodo. Llevo residiendo familiarmente 20 años.

P. ¿Qué tiene la ciudad? Por si puede convencer a alguien que aún no la haya visitado…

R. Un rango histórico fuera de duda. Fue capital de España en su momento. Además, tiene unos grandes monumentos. Está el Museo de la Escultura Nacional, donde se registran esos bellos pasos de Semana Santa. También es muy atractiva para el que es comedor y bebedor por su Ribera del Duero y su lechal. Es una capital digna de conocerla.

“Ahora son menos las diferencias entre los equipos de Primera y de Segunda”

P. ¿Cómo fue el salto de Segunda a Primera?

R. Hay diferencias deportivas y mediáticas. Cuando entrenaba al Toledo, la información ocupaba media página de un periódico. Sin embargo, cuando fiché por el Valladolid, que estaba en Primera, eso se triplicó. Eso conlleva de división de opiniones, tanto para lo bueno como para lo malo. Las categorías están para algo. Por eso los jugadores de Primera están a un nivel superior que los de Segunda. En aquel entonces, las estructuras del Toledo y del Valladolid diferían mucho. Ahora son menos las diferencias entre los equipos de Primera y de Segunda.

P. Luego pasó por el Rayo. ¿Qué fue lo que más le sorprendió de Vallecas?

R. Fue una temporada difícil. Cuando me ficharon, el equipo llevaba un punto en siete jornadas. El apoyo incondicional de todos los que formaban el club fue fundamental. Era como una familia humilde, con escasez de todo, que quería salir adelante. La primera vuelta la acabamos con 13 puntos y la salvación era impensable. Sin embargo, con unos pequeños retoces que hicimos, fuimos el cuarto mejor equipo de la Liga en la segunda vuelta. Aquello nos sacó del descenso.

P. ¿Qué tal con Ruiz-Mateos?

R. Fue una relación muy especial. Era un hombre que, en el trato personal, empatizaba contigo. Tenía una visión muy particular para entender los negocios. Varios años después, me lo encontré en el aeropuerto de Málaga. Nos saludamos y me dijo que si alguna vez dejaba de entrenar, podía trabajar en sus empresas. Le comenté que no había pensado en dejar el fútbol. Era una persona muy motivadora y a la que le gustaba la gente que sacaba rendimiento de los grupos humanos.

P. Dicen que en el Bernabéu no solo vale con ganar, que también hay que jugar bien. ¿En Vallecas pasa lo mismo?

R. Una cosa no va reñida con la otra. Tú puedes ganar por inercia, suerte, fuerza, casualidad… Pero eso ocurre pocas veces. Es mucho más fiable ganar porque juegas bien, por hacer las cosas mejor… Si haces eso, tienes más posibilidades de ganar. Aquel año, hicimos bellísimos partidos. Le ganamos al Barcelona, al Valencia… De hecho, ganamos los cinco últimos encuentros con buen juego.

P. En el Mallorca estuvo en tres etapas. En la primera, ganaron la Copa del Rey, pero usted se marchó al Atleti. ¿Por qué no continuó en ese proyecto?

R. Hubo cambio de accionariado. La familia Asensio eran los dueños del Mallorca y dejaron de serlo. Hablé con el presidente, Mateu Alemany, para prorrogar otro año más mi contrato. Él me dijo que no se sabía lo que iba a pasar en el club porque no tenía fondos propios para pagar determinadas cantidades. No sabía siquiera si continuaría como presidente. Hubo un impase y se rumoreó que yo estaba negociando con el Atleti, pero era mentira. Todavía no se habían interesado en mí.

P. ¿Cómo llegó el interés del Atleti?

R. Luis Aragonés no siguió en el segundo año que tenía de contrato. Cuando se pusieron a buscar entrenador, coincidió que yo no había seguido en el Mallorca.

P. Usted coincidió con Eto’o en el Mallorca. ¿Cómo lo recuerda?

R. Aparte de un gran jugador, una persona muy especial por todo lo que generaba su alrededor. Era muy querido por todos, a pesar de su temprana edad. Se daba sus caprichos, como cualquier jugador de ese nivel, pero tenía buen corazón. Había que escucharlo, entenderlo y, a veces, mirar para otro lado. Tengo una anécdota muy significativa de Samuel.

P. Cuente, cuente.

R. El día antes de la final de Copa, estábamos entrenando en la ciudad deportiva del Elche. A través del jefe de prensa, recibí una noticia: su compañero de selección, Foé, había fallecido mientras jugaba un partido en París de la Copa Confederaciones. Samuel también disputó aquel torneo, pero había viajado para jugar la final. Antes de que finalizase el entrenamiento, lo informé. Miró al cielo y se quedó pensando. Lo autoricé a marcharse, pero le dije que el mejor homenaje que podía hacerle era jugar la final, ganarla y dedicársela. Se quedó, jugó, marcó dos de los tres goles y se fue a París para estar en el entierro.

P. También estaba Ibagaza en aquel equipo ¿Fue un jugador incomprendido?

R. Depende. Para tener a Ibagaza, debes explotarle sus cualidades. Si no tenía el acompañante ideal según sus características de juego… En Mallorca, tenía a Eto’o y a Pandiani. En una charla con el director deportivo, le dije que había que fichar a un jugador para sacar el máximo rendimiento del argentino. Por eso fichamos a Güiza. Creía que podía tener un rendimiento alto después de su paso por el Getafe. Era un jugador que, cuando recibía balones en condiciones, podía marcar muchos goles. La conclusión: fue pichichi con 27 goles. Si quiere, le cuento qué pasó en el Atleti.

P. Por supuesto.

R. Cuando llevé a Ibagaza al Atleti, logró que Fernando Torres marcara su cifra más alta de goles en el club. Marcó 19 goles. Había que saberlo motivar. Es uno de los grandes jugadores que he entrenado.

P. Ha hablado de Güiza. ¿Era difícil de gestionar?

R. Era especial (risas). En muchas cosas, había que explicarle los fundamentos del juego. Lo mejor que tenía no había que explicárselo: marcaba en la mínima oportunidad que tenía. Le dije en su día que, siendo el pichichi de la Liga, el seleccionador podía llamarlo. Él me dijo que eso no podía ser. Le respondí que en la segunda cerveza que se tomase pensara en mí. “Si yo no bebo”, me contestó. “La primera doy por sabido que te la vas a tomar, pero en la segunda piensa en mí porque vas a ir a la Eurocopa”, le comenté.

P. Usted también entrenó a Fernando Torres. ¿Ha sido el mejor delantero de la historia de España?

R. No se puede categorizar porque en la historia de España ha habido muy buenos delanteros. Si hubiera que elegir un repóquer de delanteros, Fernando estaría. Ha estado a la altura de los mejores. Eso es un elogio muy grande para ‘El Niño’.

P. Simeone también estaba en aquella plantilla. ¿Cómo era en el vestuario?

R. Era un jugador con mucha experiencia y mucho arraigo en el Atleti. Esa personalidad la mostraba con los compañeros. Ayudó a crecer a compañeros como Fernando. Torres, con 19 años, ya era el capitán del Atleti. En aquel entonces, el brazalete lo llevaba el jugador que más años llevara en el club. Al resto de capitanes, los elegí yo. Entre ellos, estaba Simeone porque necesitaba jugadores que ayudaran a Fernando.

P. Uno de los porteros era el ‘Mono’ Burgos. ¿Es el jugador más bohemio con el que ha coincidido?

R: Era un jugador con experiencia contrastada en todos los aspectos. Era especial en su manera de ser. En el trato humano, era una persona muy sencilla y llana.

P. El presidente era Jesús Gil, que falleció en 2004. ¿Qué recuerdos tiene de él?

R. Una persona que lo impregnaba todo de su personalidad. Siempre pensaba en la afición. Antes de todos los partidos, hablábamos y me decía que había que ganar por los aficionados. Tengo una anécdota con él.

P. Cuénteme.

R. Posiblemente yo fuera la última persona que habló con Gil antes de morir. Estábamos en Santander concentrados y me llamó, como hacía habitualmente. Se estaba disputando un Madrid-Mallorca y estaba jugando Eto’o. Me preguntó si Samuel sería bueno para el equipo. Le dije que, junto a Torres, formaría una de las mejores delanteras de España y de Europa. Terminó la conversación diciéndome que había que ganar. A la mañana siguiente, cuando fuimos a entrenar a la ciudad deportiva del Racing, el doctor me comentó que se lo habían encontrado convaleciente y que había sufrido un ictus. Se lo dije a la plantilla, jugamos el partido y nos fuimos directamente a la clínica donde estaba ingresado. Finalmente, acabó falleciendo.

P. El otro grande de España que entrenó fue el Sevilla. ¿Cómo fue su paso por Nervión?

R. Era una afición que, a base de exigencia, había logrado unos buenos niveles clasificatorios. Luchaban por puestos europeos permanentemente. Terminamos la temporada quintos, fuimos eliminados en la UEFA por el Oporto y en semifinales de Copa por el Madrid. Fue una temporada aceptable y más que digna, pero Monchi y Del Nido decidieron cambiar.

P. El año siguiente entrenó al Atleti, en cuya plantilla estaban Falcao, Diego, Arda Turan… ¿Qué le faltó para triunfar en su segunda etapa?

R. Cuando se quiere transformar un club, se necesita un tiempo para llevarlo cabo. Aquel año fue un fin de ciclo porque se marcharon Agüero, De Gea, Forlán… El equipo se fue haciendo a lo largo de la pretemporada, en la que no contamos en ningún momento con todos los jugadores.

“Nos faltaron cuatro o cinco puntos para que tuviéramos más tranquilidad”

P. ¿Fue difícil llevar ese vestuario?

R. Para nada. Por ejemplo, Courtois debutó con 19 años y lo hicimos crecer. Falcao no jugó el primer partido por temas contractuales, Diego se tuvo que adaptar al sistema… Jugábamos muy bien en la UEFA, pero en Liga estábamos un paso por debajo. Teníamos que compenetrarnos aún más. Nos faltaron cuatro o cinco puntos para que tuviéramos más tranquilidad. Se creó una sensación de intranquilidad y fui despedido.

P. ¿Haber sido el predecesor de Simeone ha sido un lastre en su carrera?

R. No, simplemente son las circunstancias que ocurrieron.

P. ¿Por qué se fue a China a entrenar?

R. Cuando terminé en Mallorca, me hicieron una oferta para irme. No obstante, les dije que no. Me comentaron que debía contestar en 24 horas y no acepté. En segunda instancia, vino otro equipo chino y se reunieron conmigo. Quedamos una segunda vez y me informé de cómo eran. Finalmente, di el paso y me mudé a Pekín. Fui el primer entrenador español en la Superliga china. La experiencia ha sido muy positiva.

P. ¿Qué tal la vida en Pekín?

R. A bote pronto, te diría que muy bien. Yo lo tenía todo a mi alcance: chófer, traductor, todas las comodidades en alojamiento… Además, encontramos un restaurante español en el que, al cuerpo técnico, sólo nos faltó que nos pusieran la cama. Nos tomábamos una Mahou fresquita y un buen jamón cinco jotas.

P. Por último, ¿qué hace más falta para triunfar en el fútbol, cabeza o calidad?

R. No van excluidas una de otra. En el fútbol es muy determinante la cabeza para conseguir y fijarte las metas. No es soñar con llegar, hay que permanecer. Cuando echo la vista hacia atrás, no sólo he conseguido éxitos por la calidad que pueda tener como entrenador, sino por la cabeza fría que he tenido.

Fuente El Confidencial: Manzano: “Le dije a Güiza que pensara en mí en la segunda cerveza porque iría a la Euro”

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